Ese día se anunciaba el lanzamiento de una edición de los cuentos completos de Francisco Tario, ¿Francisco quién? Fue lo que pensé, me puse a buscar en el Google a ver que salía, y efectivamente salían muy pocas referencias a este escritor, pero las pocas y breves noticias que de él obtuve lo elogiaban como artista literario, incluso lo ponían al lado de Juan Rulfo y Juan José Arreola.
Felizmente, mientras andaba en una librería Gandhi de la Ciudad de México, me encontré los dos tomos de la referida edición y con una emoción que nunca me causó el panzón de Santo Clós me los llevé a mi casa.
Efectivamente, los cuentos editados por Lectorum no desmerecían los entusiastas elogios que había leído previamente, muchos de los cuentos causaron en mí esa huella que permanece en cada uno de nosotros cuando leemos en realidad algo memorable, creando lugares de referencia en el imaginario. Tienen los cuentos de Tario, esa cualidad de crear universos propios, de constituise en referencia de si mismos, de no ser sombra de otros textos, aunque he de reconocer que el descubrimiento de caminos nuevos es incómodo pero sabroso, son sendas que por nuevas nos confunden y nos orillan peligrosamente a la descalificación de lo que no entendemos.
Reconozco que la primera vez que leí los cuentos no me gustaron, sin embargo tiempo después descubrí que muchas situaciones de la realidad y líneas leidas me referían a lugares imaginarios creados por las líneas de Tario, ahí fue donde comprendí la fuerza de sus letras.
¿A que me refiero con sendas desconocidas en literatura?, me refiero a que muchas veces leemos un libro que sabemos que se parece a otros que previamente habían sido de nuestro agrado, entonces sabiendo que es algo que conocimos con deleite recorremos sus líneas con la confianza de saber que este libro es como aquel.
Y digo que los cuentos del libro de Tario no son así, no como otro libro que haya leído anteriormente, sabiendo eso, hice una re-lectura de los cuentos contenidos en los dos volúmenes editados por la editorial ya referida. A los que les guste César Aira pueden encontrar una agradable sorpresa con Tario.
Tario no era Tario, su nombre verdadero era Francisco Peláez, señala Mario González en el excelente prólogo de que era un excéntrico hombre de negocios, que nunca frecuentó los círculos literarios mexicanos, publicó varios libros en la completa oscuridad creando un cerrado cículo de discretos seguidores, como seguramente sucede con frecuencia en nuestro país, en su momento fue leído y elogiado por grandes plumas como Octavio Paz y Alfonso Reyes.
Peláez o Tario, no fue reconocido en nuestro país en su momento, como lo fue Rulfo, pues la dirección republicana de ese momento apuntaba a afianzar una identidad nacional fincada en el indigenismo y en lo mexicano. Tario no estaba subido en esa corriente, dice Mario González que si hubiese nacido en otro país, estaría colocado al lado de otros grandes.
En alguna ocasión, una amiga, estudiante de literatura de la UACJ, estaba angustiada porque no sabía que hacer para su tesis, yo le propuse que trabajara con los textos de Tario, pues estudios sobre su obra no abundan y hay mucho que descubrir en ese nuevo universo que él propone. Espero lo haya hecho, pues vale la pena.
Cierro el changarro initándolos a que busquen los textos de Tario, creo que por lo pronto los pueden hallar en editorial Lectorum, que tiene buena edición y no es difícil de encontrar, pues creo que ya he visto esos mismos volúmenes hasta en las Librerías de Cristal, además, el prólogo de Mario González es excelente y suficiente.
Saludos a Sandra Van Olmen, deseándole lo mejor para sus proyectos allá en Vallarta. También los invito a que visiten el blog de Ricardo Marcos de Ciudad Juárez, para que apoyen la opinión nacional.
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