sábado, 9 de mayo de 2009

En el país de no pasa nada

Es curiosa la sensación de estar viviendo una situación extraña, ya sea chusca, de espanto, de sorpresa o de placer, lo mejor de todo es estar consciente de ello, pues el sentimiento se extiende a una especie de surrealidad, como el chiste aquel rey que se cagó mientras dormía porque padecía una aguda diarrea onírica.
No, no me cagué, si eso iban a sugerir, he estado a punto, pero mis veloces pies me han llevado a terminar mis aventuras con higiene, depositando cada cosa en el lugar sugerido para ello, lo que si me pasó es que ayer me tocó ir a “ampliar la declaración” del robo. Por principio de cuentas tuve que acudir a una bodega (con techo de lámina) habilitada como oficina, me recibió una, unaaa, ¿señorita?, ¿licenciada?, ¿agente?, no lo sé, cuando llegué, me barrió de arriba abajo, yo, que nunca había tenido que asistir a este tipo de madrigueras, entendí que el lenguaje de señas sería el más adecuado, ya que consideré inadecuado hacerme entender verbalmente por lo que solamente extendí el citatorio, esta… persona, lo revisó con una flojera solo superada por un adolescente y me indicó con un movimiento que me sentara.
Paredes sucias (mocos, mugre, grasa, tal vez restos de comida, me pareció ver un embarrón de frijoles), muebles viejos amontonados en las esquinas, máquinas de escribir arrumbadas bajo los escritorios de lámina desportillada, montañas de papeles con las orillas arrugadas, folders y cuadernos, en fin, quizá alguno de los lectores ya haya pasado por estos lares, que me imagino que ha de ser lo mismo en Oaxaca, que en Mexicali, Mérida o Tampico.
En fin, el asunto es que cuando estuve en ese lugar tuve la sensación de estar en una de esas novelas rusas, tan naturalistas, tan pesadas de esas descripciones sórdidas del mundo de la burocracia. La mujer Concaradeyavete preguntó cosas superfluas y que fácilmente yo hubiera respondido por teléfono (no importa, meo gasolina), finalmente tuve que firmar las consabidas siete copias que comprobarán en algún momento importante de mi vida que yo estuve ahí.
Es chistoso, yo sé que no va a pasar nada, Concaradeyavete sabe que no va a pasar nada, los policías saben que no va a pasar nada, mis vecinos, amigos y familiares saben que no va a pasar nada,ellos saben que yo sé pero a la vez no lo saben, no saben que sé pero creen saber que no lo sé, un verdadero Galimatías pues. Pero ahí estaba yo, como otros ciento o miles de mexicanos haciendo la faramalla, haciendocomoque, simulando. Veo la lona de tres metros que cuelga de techo y que reza: “Confìa en tu procu… bla, bla, bla”, si hubiera tenido un cigarro lo hubiera encendido, la tensión era mucha en mí, asi que a falta de tabaco me tiré un pedo y salí raudo de ahí, antes de que el olor me alcanzara. Mientras huía me acordé de la película Brasil de Terry Gilliam.
Para cerrar les dejo la imagen terrorífica de arriba, denominada Malas Noticias y que me fue enviada por varios amigos juarenses gracias a la magia de interné, al verla, estarán de acuerdo en que, efectivamente, siguen las malas noticias en el país de no pasa nada.

1 comentario:

Ricardo Marcos-Serna dijo...

Tal vez, más que una novela naturalista rusa, lo que el maestro García pretende es comparar la realidad mexica con los dramas costumbristas de William Faulkner (se me eriza el vello al recordar Santuario). Pero, fuera de comparaciones literarias (que, de paso, no es lo mío), la realidad del mugroso país y sus costumbres paternalistas siguen siendo una triste constante, donde el funcionario exige con su actitud nuestra veneración por el grandioso esfuerzo que realiza cada día al tragar de nuestros impuestos.
Por lo de la foto, me confieso uno de los difusores de la misma, porque, como dicen mis compas los literatos: ante perturbación ciclónica en el seno ambiental, rostro jocundo.