domingo, 19 de julio de 2009

Grande es el odio

Hay escritores contradictorios, al menos para mí, Eduardo Elizalde, considerado por mi como un poeta de la tierra de nadie, canta a las cosas que nadie quiere, que todos desprecian en un acto de hipocresía. Digo que es contradictorio, porque me gusta lo que dice, pero no me gusta como lo dice, me gusta su poesía, pero hay algo extrañísimo en sus palabras y en sus imágenes que hacen que la literatura nos enseñe los dientes y nos muestre quienes somos en realidad, en fin, reproduzco un poema que me ha impactado bastante.

I

Grande y dorado, amigos, es el odio.
Todo lo grande y lo dorado
viene del odio.
El tiempo es odio.
Dicen que Dios se odiaba en acto,
que se odiaba con fuerza
de los infinitos leones azules
del cosmos;
que se odiaba
para existir.

Nacen del odio, mundos,
óleos perfectísimos, revoluciones,
tabacos excelentes.
Cuando alguien sueña que nos odia, apenas,
dentro del sueño de alguien que nos ama,
ya vivimos el odio perfecto.
Nadie vacila, como en el amor,
a la hora del odio.
El odio es la sola prueba indudable
de existencia.

II

Y el miedo es una cosa grande como el odio.
El miedo hace existir a la tarántula,
la vuelve cosa digna de respeto,
la embellece en su desgracia,
rasura sus horrores.
Qué sería de la tarántula, pobre,
flor zoológica y triste,
si no pudiera ser ese tremendo
surtidor de miedo,
ese puño cortado
de un simio negro que enloquece de amor.
La tarántula, oh Bécquer,
que vive enamorada
de una tensa magnolia.
Dicen que mata a veces,
que descarga sus iras en conejos dormidos.
Es cierto,
pero muerde y descarga sus tinturas internas
contra otro,
porque no alcanza a morder sus propios miembros,
y le parece que el cuerpo del que pasa,
el que amaría si lo supiera,es el suyo.

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