viernes, 29 de agosto de 2008
El Reencuentro
Hace una semana que vine a mi natal Oaxaca a pasar unos dias a visitar a mis padres, durante mi breve instancia me es grato reencontrar personas y lugares, unos de buen recuerdo y otros no tanto, por ejemplo el primer día, sin querer queriendo, como decía el chavo del ocho, estuve esperando con mi hijo Uriel un camión, cuando de pronto me di cuenta que en dicha esquina estaba mi antiguo kinder, que por supuesto no es como a los que asiste mi hijo, las nuevas escuelas son amplias, iluminadas y bien cuidadas, mi antiguo kinder no lo era tanto, al asomarme me pareció excesivamente pequeño, desde que salí de ese plantel jamás volví a ély mi recuerdo de esa escuela es que en época de mi niñez era enorme, los salones parecían gigantescos y el veintiúnico patio se veía como auténticas sabanas africanas con sus dos flamboyanes. Después de esta visita inesperada me inspiré y llevé al niño a mi antigua primaria, la cual le causó menos entusiasmo que el kinder, pues mi antigua primaria está en lo que fue un antiguo convento y que después fue una cárcel, y la verdad es que parecía y sigue pareciendo una cárcel, con sus paredes de piedra y sus barandales de hierro negro.
De mi paso por la primaria recuerdo a las maestras Nachita, Dalila, Pilar y Socorro, empecemos con la maestra Nachita, verdadera gorgona que nos daba de reglazos cuando hacíamos algún desmadre, o cuando parecía que lo habíamos hecho, para ella no había dudas, los palmetazos volaban raudos fueras culpable o no, bastaba con que lo parecieras. También recuerdo a la maestra Pilar de primer año, de la que todos estábamos enamorados, porque en ese entonces era soltera y joven, ya cuando yo era adolescente me la volví a encontrar y bueno, ya no me pareció tan bien como antes. La maestra Socorro me dejó una gran enseñanza, única pero pero onolvidable, la frase: Me vale madre, porque ella repetía constantemente esa frase y cuando hacíamos o deshacíamos, siendo niños de cuarto grado nos decía que le vaía madres lo que hiciéramos con nuestra vidas, frase que desde entonces uso frecuentemente y por último está la maestra Dalila, auténtica musa que inspiró mi gusto por la lectura y las matemáticas, salud por ella!.
Otro día llevé al niño al Zócalo, donde antaño tocaba la orquesta del estado y vendían todo tipo de juguetes baratos, que hay que recalcar, NO ERAN CHINOS, eran de plástico y de fabricación nacional, lo cual aseguraba un mínimo de calidad, al grado de que algunos dinosaurios, carritos y soldados de mi niñez acaban de pasar a propiedad de mi niño, también tuve un emotivo reencuentro con los puestos de revistas, donde yo compraba Hermelinda linda, Memín Pinguín, Capulinita y Zor y los invencibles, el puesto ya no luce tan impresionante como hace 25 años, pero al menos sigue vendiendo La Jornada. A dos cuadras de ahí estaba un portón donde Doña Lonja (así le decíamos a la gorda) nos rentaba revistas que no podíamos llevar a la casa, ustedes ya saben cuales. Ah! También leíamos ahí El libro sentimental, El libro vaquero y el Libro policíaco, pura literatura rica, germen de mis más preciados tesoros del imaginario, cualquier psicólogo atribuiría a estas revistas mi preferencia por las mujeres de atributos exu-be-ra-ntes.
Luego me fuí a tomar un agua al mercado 20 de Noviembre, verdadero santuario biológico donde los oaxaqueños inmunizamos nuestro sistema digestivo, porque si sobrevives a las comidas de ese mercado te garantizo que no hay comida en el mundo que pueda dañarte y verás glorioso, como amigos y familiares caen víctimas de la diarrea, mientras tú, con tu cabello ondeando al viento y el colon sano ves a las infecciones cara a cara.
Ya en el mercado me eché una gelatina, chapulines y una empanada de amarillo, desafortunadamente ya no puedo tragar tanto como cuando tenía 15 años, pero lo que cupo me cayó muy bien, cerca de ahí, en la zona de ropa y mochilas estaba el puesto de la mamá de Mariana, la niña más hermosa de todas las primarias y de todos los tiempos, me pregunté si todavía estaría tan preciosa como en 1981, me dí la vuelta pero no había más que un malandrín cuidando el puesto de bolsas y mochilas, dias después me fui a varias vueltas a ver si la veía, todavía me quedan algunos días, espero tener más suerte.
Por otra parte me alegra saber que mi hijo ya está empezando a agarrar gusto por los menguanitos, el pan de yema, los nísperos y el quesillo, manjares que extrañará en el norte, espero que no los olvide cuando esté saboreando los tacos de barbacoa, los burritos y los guayines.
Ahora bien, en literatura gran parte de las obras dedican los temas y las tramas a los recuerdos de la niñez, adolescencia y juventud, el retorno a los orígenes, recuerdo que Gastón Bachelard menciona en sus estudios del imaginario que los primeros recuerdos se imprimen en la memoria tan fuertemente que rigen nuestras vidas, hace dos años, cuando escribía los cuentos Tiempo inmóvil y Viaje a Mictlán estuve consciente de haber echado mano de viejos recuerdos, por eso, ahora que ya publiqué Cuenterío, reconozco muchas de esos lugares y personas cuando camino por el centro de Oaxaca.
Me despido con la anunciada boda de Mora, la cual se efectuará en septiembre en Ciudad Juárez, así que por allá nos veremos en un par de semanas y finalmente, como diría la maravillosa Sandra Van Olmen desde Puerto Vallarta: Fuerza y Honor!
De mi paso por la primaria recuerdo a las maestras Nachita, Dalila, Pilar y Socorro, empecemos con la maestra Nachita, verdadera gorgona que nos daba de reglazos cuando hacíamos algún desmadre, o cuando parecía que lo habíamos hecho, para ella no había dudas, los palmetazos volaban raudos fueras culpable o no, bastaba con que lo parecieras. También recuerdo a la maestra Pilar de primer año, de la que todos estábamos enamorados, porque en ese entonces era soltera y joven, ya cuando yo era adolescente me la volví a encontrar y bueno, ya no me pareció tan bien como antes. La maestra Socorro me dejó una gran enseñanza, única pero pero onolvidable, la frase: Me vale madre, porque ella repetía constantemente esa frase y cuando hacíamos o deshacíamos, siendo niños de cuarto grado nos decía que le vaía madres lo que hiciéramos con nuestra vidas, frase que desde entonces uso frecuentemente y por último está la maestra Dalila, auténtica musa que inspiró mi gusto por la lectura y las matemáticas, salud por ella!.
Otro día llevé al niño al Zócalo, donde antaño tocaba la orquesta del estado y vendían todo tipo de juguetes baratos, que hay que recalcar, NO ERAN CHINOS, eran de plástico y de fabricación nacional, lo cual aseguraba un mínimo de calidad, al grado de que algunos dinosaurios, carritos y soldados de mi niñez acaban de pasar a propiedad de mi niño, también tuve un emotivo reencuentro con los puestos de revistas, donde yo compraba Hermelinda linda, Memín Pinguín, Capulinita y Zor y los invencibles, el puesto ya no luce tan impresionante como hace 25 años, pero al menos sigue vendiendo La Jornada. A dos cuadras de ahí estaba un portón donde Doña Lonja (así le decíamos a la gorda) nos rentaba revistas que no podíamos llevar a la casa, ustedes ya saben cuales. Ah! También leíamos ahí El libro sentimental, El libro vaquero y el Libro policíaco, pura literatura rica, germen de mis más preciados tesoros del imaginario, cualquier psicólogo atribuiría a estas revistas mi preferencia por las mujeres de atributos exu-be-ra-ntes.
Luego me fuí a tomar un agua al mercado 20 de Noviembre, verdadero santuario biológico donde los oaxaqueños inmunizamos nuestro sistema digestivo, porque si sobrevives a las comidas de ese mercado te garantizo que no hay comida en el mundo que pueda dañarte y verás glorioso, como amigos y familiares caen víctimas de la diarrea, mientras tú, con tu cabello ondeando al viento y el colon sano ves a las infecciones cara a cara.
Ya en el mercado me eché una gelatina, chapulines y una empanada de amarillo, desafortunadamente ya no puedo tragar tanto como cuando tenía 15 años, pero lo que cupo me cayó muy bien, cerca de ahí, en la zona de ropa y mochilas estaba el puesto de la mamá de Mariana, la niña más hermosa de todas las primarias y de todos los tiempos, me pregunté si todavía estaría tan preciosa como en 1981, me dí la vuelta pero no había más que un malandrín cuidando el puesto de bolsas y mochilas, dias después me fui a varias vueltas a ver si la veía, todavía me quedan algunos días, espero tener más suerte.
Por otra parte me alegra saber que mi hijo ya está empezando a agarrar gusto por los menguanitos, el pan de yema, los nísperos y el quesillo, manjares que extrañará en el norte, espero que no los olvide cuando esté saboreando los tacos de barbacoa, los burritos y los guayines.
Ahora bien, en literatura gran parte de las obras dedican los temas y las tramas a los recuerdos de la niñez, adolescencia y juventud, el retorno a los orígenes, recuerdo que Gastón Bachelard menciona en sus estudios del imaginario que los primeros recuerdos se imprimen en la memoria tan fuertemente que rigen nuestras vidas, hace dos años, cuando escribía los cuentos Tiempo inmóvil y Viaje a Mictlán estuve consciente de haber echado mano de viejos recuerdos, por eso, ahora que ya publiqué Cuenterío, reconozco muchas de esos lugares y personas cuando camino por el centro de Oaxaca.
Me despido con la anunciada boda de Mora, la cual se efectuará en septiembre en Ciudad Juárez, así que por allá nos veremos en un par de semanas y finalmente, como diría la maravillosa Sandra Van Olmen desde Puerto Vallarta: Fuerza y Honor!
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