He visto y oído a los padres decirles a sus hijos que las matemáticas son difíciles, que la literatura es aburrida, que el arte es para maricones y que la filosofía es para guevones, crándoles aversión a este tipo de estudios y actividades. Claro que l@s niños crecen hech@s unas verdaderas bestias y ahí están felices viendo la programación de Taradisa o TVBestia.
El otro día comentaba este asunto vía email con un filósofo del baño que vive en Saltillo y que seguramente estará leyendo esto, pues prometí mencionar este comentario. Yo creo que ese día traíamos el azúcar bajo, pues nos convencimos mutuamente que el mundo estaba “pal perro”, es decir que se iba a ir a la chingada, pues aunque es cierto l@s niños nacen ahora más inteligentes, también es cierto que desperdician ese recurso en cosas verdaderamente estúpidas como la televisión debido a que el ritmo de trabajo actual ha exigido que la tele sea la niñera.
El filósofodel baño y yo realizamos un rescate de cangrejos, pues aunque el trató de ser positivo yo lo jalé de vuelta al fondo de la cubeta y viceversa (es decir al revés volteado).
Recuerdo que una de las historias mesiánicas que me aventé, fue una bien cursilona, ésta cuenta que iba un niño por la playa, y mientras caminaba iba regresando unos bicharracos al mar, creo que se trataba de estrellas de mar, el asunto es que había miles de esas sabandijas en la playa. Entonces se acerca alguien o alguiena y le dice que lo que está haciendo es inútil, pues nunca logrará regresar a todas las estrellas al agua. El niño le dice, mientras toma una de las sabandijas y la arroja al mar: Para ésta si hay diferencia.
¿He, que tal?, Paulo Coelho me viene guango, ¿no?
Bueno, pues a manera de repuesta a este letrinoso filósofo, contaré que la semana pasada en el estacionamiento de la universidad donde doy clases, ví a un señor dentro de un auto, leyendo Colmillo Blanco de Jack London. A mí en lo personal no me gustaron las obras de London, quzás porque las leí en un mal momento, no estoy diciendo que sean malas, solamente que no me gustaron. Sin embargo, estoy consciente de que es una excelente lectura para los jóvenes, sobre todo cuando están saliendo de la primaria o para leer en la secundaria.
Me extrañó que un señor de 65 años estuviera leyendo, me ganó la curiosidad y lo fui a saludar. Su nombre es Isaías, tiene 65 años y hace tres años que está en rehabilitación de alcohol, viene de un pueblo que está a una hora de la ciudad de Oaxaca. Debido a su condición de edad y de falta de estudios trabaja de chofer y mandadero. Me enseñó tres libros más que traía en el automóvil, dice que encontró en la lectura una forma terapéutica de sobrellevar el proceso de rehabilitación. Lo mejor de todo es que cuando ve a su nieta le lee fragmentos que la niña misma le pide, según tengo entendido la niña tiene siete años y le encanta Colmillo Blanco.
Creo que, a pesar de lo que se escucha, se ve o se lee, no todo está perdido.
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